viernes, 4 de marzo de 2011

All night long.

Hoy es uno de esos días. Los párpados, ahítos de cansancio, se obstinan en eclipsar la vista; el perfecto círculo de los labios emite sin cesar un ahogado sonido, parecido al eco cavernoso de un oso en hibernación. Así es, no he dormido; y lamento profundamente dos cosas: la primera, el no haber podido encontrar un espacio para el sueño; y en segundo término (no menos importante, justicia a las razones), el hecho de que no podré robar horas a otras actividades para entregarme a un merecido descanso.

A la desvelada escribo, por ser compañera incesante del cuerpo estudiantil, incluso fiel amante de aquellos que asumen sus responsabilidades familiares, sociales, o simplemente ineludibles. A ese período de hartante búsqueda de un anciano que no ha de venir, sea consciente o inconscientemente - pues aunque, a veces, el insomnio es motivado por una creatividad sin par, lo cierto es que el cuerpo es necio y siempre busca la satisfacción de sus necesidades primarias -, muchos llaman "chispazo creativo", o "necesidad acuciante", dependiendo de la sensibilidad artística del insomne (y claro, de cuál sea el motivo del all-nighter). Sin embargo, a veces esa orgullosa explicación del anormal estado nocturno, solamente es un distractor planeado para dar pomposidad y aires de grandeza a la ya clásica expresión "güey, no pude dormir".

Porque, exceptuando en raros casos - y raros individuos -, resulta que el tan (¿bien aprovechado?) sonado insomnio siempre deja huellas sumamente visibles. Pareciera que, como Sabines deseara para los poetas, el que no ha reposado la cabeza muestra signos inconfundibles de su condición. Es sumamente característica la expresión de desahuciado, acompañada con aquellos pequeños receptáculos de sueños insepultos debajo de los ojos; el irritable temperamento, movido por un sistema nervioso que no deja de quejarse; el eco de la desvelada persiste incluso en las conversaciones, donde lo más probable es que el sujeto en cuestión pierda el camino de sus propias palabras e ideas, quedando a la deriva en un mar sin significado.

Lo que más triste resulta es la siguiente verdad: solamente dormir alivia los síntomas de la resequedad del descanso. Y, por más devaneos y vericuetos que ociosamente sigo, para olvidar aquello sobre lo que sigo escribiendo/divagando, lo cierto es que tengo sueño y no tendré una jodida oportunidad para saciar esa sed. Cuestiones humanas, inventarse horarios y obligaciones cuando menos se les necesita.