sábado, 31 de octubre de 2009

Agh

Estoy tan enojado que no sé por dónde empezar, por otra cosa que no sea eso. La computadora me dice que son las 2:43 am, la cabeza me va a estallar; aún tengo que terminar esos jodidos respaldos, quiero acostarme, quiero olvidar. Me vendría perfecto un buen sueño. Descansar esas benditas horas, en que no tengo que estar a la defensiva; con la espada desenvainada, siempre cuidándome de quién me va a atacar. Desesperado, sumamente tenso, aguantándome las ganas de mandar todo al carajo, a donde más lejos se pueda (¿o, no sería mejor, largarme yo? Dudo que alguien se vaya por su propia voluntad...) y poder dormir.

No entiendo por qué carajos, aunque esto no tenga mucho sentido, lo considero algo tan personal y, sin embargo, incomprensible. Escribo con los ojos cerrados, solo sintiendo cada nueva palabra que nace de mi teclado. En realidad, olvido a medida que escribo, no quiero regresar. Tantos problemas, memorias y razones, exucsas necesarias y mil perdones. Mundo complicado, jodidamente estúpido y egoísta; harto, harto, me duele el vientre de indigestión de realidad. Todo yo, todo yo. Frase típica del mocoso resignado, y ahora, del adulto resignado. ¿Qué importa quién tenga la culpa, si yo volveré a pedir perdón? Realmente, podría tener un poco de sexo esta noche, algo que me tuvo en vilo por la expectativa, una promesa. Es más, creo que tras esa ilusión desmoronada, ni siquiera siento deseo. Solo esta inmensa paz que en realidad, carcome mis sentidos más que calmarlos. Quiero ahogarme en una cacofonía de olores y sabores, de sonidos de trompeta y gente bulliciosa. Enmedio de todos ellos, armarme de una batuta y dirigir el caos. Perderme entre la vorágine, sintiendo deliciosamente cómo pierdo poco a poco mi ser, y como si sucumbiese a alguna droga mística, elevarme más allá de la imaginación. Perderme.

Realmente hay tanto que decir, mis párpados se cierran solos y el maldito backup no va ni al 10%. Y, gracias a que es un proceso manual, no tengo DVDs ni discos externos, será como siempre, hago las cosas y, aunque no las haga, siempre queda la semilla de la duda, o al menos, de mi pésima capacidad auditiva. No es de extrañarse que uno quede sordo tras escuchar repetidamente los clamores y lamentos de una sociedad decadente, conformista y ciertamente autodestructiva. El dolor de cabeza interrumpe mis cavilaciones; eso, en conjunto con los mareos y las ganas de ir al baño. Ya son las 2:53, prácticamente las 3 am. No he dicho nada aún, no me siento desahogado, podría seguir tecleando enmedio del país de Morfeo.

La realización de sueños tan estúpidos como ese obedece a nuestra gran y humana necesidad del reconocimiento y de estar sujetos a poderes más allá de nuestros alcances, pues confiamos en Dios y matamos en su nombre. Sospecho que a medida que corren los minutos, este desahogo se parece cada vez más a la parafernalia graciosa, un documento salpicado de todo y con sabor a nada. No enfocado, me desvío porque así me dicta la noche, muero de sueño y sigo aquí por la maldita responsabilidad, porque esperaré a que mi chica esté segura y calientita en la cama para ir a mendigar un espacio a su lado.

Olviden todo lo que dije. De cualquier manera, pediré perdón yo.

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